25 de febrero de 2013

La torre de marfil

Una alegoría muy común y generalizada, que pretende significar la naturaleza compleja e intrincada de la Ciencia (en su sentido más amplio) y el estado distante, ajeno, o hasta elusivo, de los científicos, es la que sitúa a éstos en su torre de marfil, aislados del mundo y del común de los mortales por un abismo de ignorancia e incomprensión.

De hecho, vivimos en un mundo altamente tecnológico, rodeados de aparatos eléctricos o electrónicos de última generación que hacen de casi cada una de nuestras acciones diarias una compleja cadena de procesos que difícilmente entendemos más allá de sus obvias consecuencias. Desde el sencillo acto de apagar el despertador electrónico, previamente programado, de nuestra mesilla de noche; pasando por el uso del microondas para dar la temperatura justa a nuestro café durante el desayuno, el de nuestro ordenador personal como herramienta básica para nuestro trabajo o como fuente casi inagotable de ocio, de nuestras terminales de telefonía móvil o “smartphones” para casi todo; hasta el disfrute de nuestros televisores o reproductores inteligentes con conectividad “wifi” para diversificar nuestro asueto; nuestra cotidianidad está plagada de procesos cuya naturaleza tiende, por lo general, a sernos esquiva. Somos meros usuarios, cuyo limitado conocimiento práctico queda recogido en un manual abreviado de instrucciones, desconocedores incluso de los principios más básicos de todo aquello que desencadenamos a diario.

Además, el acervo científico de nuestra civilización se caracteriza por un vasto conocimiento sobre la naturaleza, nuestra naturaleza, y sus mecanismos. Es, precisamente, el conocimiento fundamental de estos mecanismos y las vías de interacción que éste nos abre, lo que posibilita el complejo entramado tecnológico en el que vivimos sumergidos. Nuestros más recientes logros científicos nos acercan, por ejemplo, a desentrañar el código de la vida escrito en en el genoma, a desintrincar la complejidad bioquímica de los procesos celulares; o a reproducir, para entenderlas, las condiciones del universo primigenio en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) del C.E.R.N. (Centro Europeo para la Investigación Nuclear). Sobre dicho acervo, su crecimiento acumulativo, y sobre su propia contribución al mismo, escribía Sir Isaac Newton cuando formuló su celebrada cita: “si he visto más lejos, ha sido únicamente porque me encontraba subido a lomos de gigantes”(*). Pero ¿quiénes son los que realmente se izan a lomos de gigantes?.

La gran mayoría de los miembros de nuestra civilizada humanidad desconoce a muchos de esos “gigantes”, la importancia de sus logros y, en algunos casos, menosprecia el impacto de los mismos sobre su propia vida. Únicamente una élite de sabios se aventura, primero, a escudriñar en ese acervo para, entendiendo la realidad natural que los rodea, alcanzar a ver más lejos. El distanciamiento entre la sociedad y sus sabios es muy grande. Probablemente, debido a la gran complejidad y alto grado de especialización de los conocimientos científicos actuales, mayor que nunca en la Historia. En una sociedad como la actual, en la que el ejercicio del poder y la toma de decisiones están condicionados por el ejercicio democrático y la opinión pública, dicho distanciamiento obstaculiza la democratización del conocimiento y podría tener un doble efecto pernicioso: (i) la sociedad puede recelar de una ciencia y unos científicos a los que no entiende, menosprecia o incluso, en algún caso, desprecia y retirarles su apoyo; y (ii) la capacidad productiva para interaccionar con el entorno de una sociedad distanciada del conocimiento científico resultará mermada. Merma que se verá reforzada si, además, los científicos pierden el apoyo necesario para realizar su tarea.

Existe un tercer efecto no menos indeseable del distanciamiento entre Sociedad y Ciencia. Como han destacado célebres divulgadores de la Ciencia como Carl Sagan o Roger Penrose, la selección natural ha dotado a nuestra especie de un cerebro que se hace preguntas y disfruta hallando respuestas. Fruto de ese cerebro es el método científico, un elaborado procedimiento sistemático para obtener respuestas contrastables, y consecuentemente también placer. Por tanto, que la Ciencia y sus respuestas no trasciendan más allá de la “torre de marfil” de los científicos implica la renuncia social a una parte de lo que somos, que nos ha acompañado en nuestro viaje desde las sabanas africanas hasta domesticar nuestro entorno natural con nuestra cultura y nuestra tecnología.

En gran medida, que los científicos puedan ser percibidos como seres excéntricos, distantes y aislados en su “torre de marfil”, y que su ciencia sea esencialmente desconocida por el gran público se retroalimentan fatalmente. Y, como hemos sostenido hasta aquí, este desconocimiento tiene efectos perniciosos para el futuro de nuestra sociedad. Es, por tanto, responsabilidad de los científicos combatir este efecto “torre de marfil”, divulgando con rigor su ciencia con el objeto de que el público general la aprecie, valore y disfrute.

La serie de artículos, que comienza con éste introductorio, constituye el “granito de arena” con el que los profesionales de la Ciencia que trabajamos en la Facultad de Ciencias Experimentales de la Universidad de Huelva queremos contribuir a ese necesario combate por acercar la Ciencia al gran público.

José Rodríguez Quintero
Profesor Titular del Departamento de Física Aplicada
Vicedecano de Orientación, Difusión y Relaciones Externas
Facultad de Ciencias Experimentales
Universidad de Huelva

(*) Sir Isaac Newton escribió, en una carta a Robert Hook, en 1675: “If I have seen further it is only by standing on ye sholders of Giants”. Si bien, con anterioridad, en 1130, una cita similar le es atribuida por uno de sus discípulos a Bernard de Chartres: “Dicebat Bernardus Carnotensis nos esse quasi nanos, gigantium humeris insidentes...”. Cita que, probablemente, sirvió de inspiración a Newton.

Leer aquí el artículo completo en formato pdf "hojeable".

1 comentario:

  1. No está mal la idea y muy bien el formato ojeable.

    La supuesta Torre de Marfil no es un accidente sino
    una prisión para quien renuncia al esfuerzo de hacerse entender. Esperemos que este foco infomativo convierta torres de marfil en un rayo de luz que ilumine a unos liberrando a otros.

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